Época:
Inicio: 01 01 1825
Fin: 01 01 2011
Antecedente:
Mujeres en el mundo hispánico y ultramarino: América y Filipinas
Siguientes:
El espacio público femenino: la Política en el siglo XIX
Mujer y Educación
El mercado laboral femenino y su evolución
Las Mujeres y las Artes
(C) Adelaida Sagarra Gamazo
Comentario
Tras el difícil proceso de la independencia, cuyas fechas tópicas son 1808-1825, y que fue la caída del Antiguo Régimen en América, la macroregión que había sido la América colonial se transformó en un conjunto de casi veinte repúblicas. Desde el punto de vista social esta época puede definirse como la de la consolidación de la ciudadanía. Ahora bien, ¿Quién era considerado ciudadano? Es decir, ¿quienes tenían reconocido su status como tales a la hora del ejercicio de los derechos y deberes políticos? Indudablemente, sólo los varones, y durante décadas ni siquiera todos. Las mujeres habían luchado por la Independencia recaudando fondos, alimentando a las tropas, escondiendo a los soldados, curando a los heridos, distribuyendo propaganda, espiando, pasando información e incluso empuñando las armas. Algunas subieron al patíbulo, pero a ninguna le fue concedido por los criollos liberales cuyas ideas compartían -y que además eran sus padres, maridos y hermanos- el subir a la tribuna. La Constitución de Cádiz batió récords de vigencia en algunos lugares de América y contribuyó a la consolidación de la ciudadanía. Con ella surgieron los nuevos municipios constitucionales y el ejercicio del voto aunque de entrada no supusiera el sufragio universal. La mujer se encontró excluida en la actividad política. Era una cuestión de espacio, de la diferencia entre lo público y lo privado: "el ámbito de la mujer es el hogar y el ámbito del hombre es la política".
Monumento a las Cortes de 1812 (Cádiz)
Los vientos liberales que soplaban sobre América Latina en el periodo de después de las independencias se encuentran plasmados en las Constituciones que se fueron promulgando. En ellas se define formalmente el concepto liberal de ciudadanía. La consecuencia social de todo un nuevo lenguaje y universo de derechos, deberes, ciudadanía y libertades caló en lo profundo y acentuó entre los criollos la conciencia de unas aspiraciones muy diferentes: habían experimentado la libertad y eso era lo que querían. Pero es que tras la movilización política y la violencia asociadas a las guerras de independencia y a las luchas civiles se debilitaron las élites urbanas, empobrecidas por los conflictos armados, con dificultades para consolidar las instituciones políticas que esperaban controlar y -desde el punto de vista económico- con la competencia de los comerciantes ingleses. La consecuencia más inmediata fue la ruralización de la vida en América Latina y el aumento del peso político de los terratenientes. En este contexto va a surgir una nueva figura política vinculada al campo, el caudillo, y por debajo o entrelazada con la estructura del estado un sistema llamado caudillismo: una enorme pirámide de relaciones personales e intercambio de servicios que empieza en las diversas zonas del ámbito rural, tiene un nivel intermedio en la provincia y/o el estado y culmina en la Presidencia de la República, ya que el Presidente viene a ser el caudillo de los caudillos estatales, provinciales y locales. Así se configuró un orden y toda una época - los años 30-50 del XIX como cronología general- hasta la consolidación de los Estados y la Reforma Liberal -años 50-70 aproximadamente-. Las mujeres contemplaron, en algunos casos, bien desconcertadas, este proceso. Habían colaborado incluso hasta la muerte pero no eran consideradas iguales a la hora de asumir los derechos; quizá más a la hora de los deberes. No obstante, poco a poco, algunas comenzaron a encontrar un espacio propio, muchas veces vinculado a las tertulias intelectuales, a la lectura, a la escritura, y en principio restringido a su condición de "mujer de". A través de los usos sociales -pero no de los políticos- fue surgiendo un lugar, un espacio público para las mujeres del ámbito urbano.